viernes, 16 de enero de 2004

Monterrey: Basta del Consenso de Washington

La Gaceta de Tucumán 16/01/2004
Los presidentes latinoamericanos en la Cumbre de Monterrey, instalaron por primera vez y oficialmente la revisión de los felices noventa (1). Pero ningún presidente latinoamericano, fuera de Chávez y Castro, se había atrevido tan abiertamente a criticar las cuestiones emergentes del Consenso de Washington como el Presidente Kirchner. La década del noventa fue un período de crecimiento económico contradictorio para América Latina, porque en la esfera social las consecuencias fueron lamentables, registrándose o acumulándose retrocesos de magnitud.La acumulación de conflictos, generó fuertes impactos que comenzaron a producirse desde 2001 hasta la fecha. En estos tres años la situación de la región ha sido manifiestamente adversa, el crecimiento de América Latina alcanzó solo el uno por ciento, el más bajo del mundo, incluyendo el área de África más pobre. Naturalmente, los índices de regresión social han sido excesivamente acentuados. El fracaso de la política económica en Argentina comenzó a manifestarse desde el segundo semestre de 1998, un trimestre antes de la crisis de Rusia. La estructura se fue desmadrando aceleradamente hasta llegar al colapso de fin de 2001. Sin lugar a dudas ha sido la catástrofe más clara de toda Latinoamérica y el Presidente Kirchner se ocupó de remarcarlo en Monterrey, pero también alentó a los congresistas a que esa situación vivida no les condicione la percepción sobre la Argentina en el futuro.El FMI durante las últimas semanas presionó a la Argentina para que fuese más "amigable" con los bonistas en default. La respuesta de Kirchner al planteo del organismo, fue rehusar cualquier alteración a la oferta lanzada en Dubai(quita del setenta y cinco por ciento), considerando que no sería serio hacer una nueva propuesta, sabiendo que las restricciones vigentes no le permitirán cumplir con lo pactado. El Presidente apuntó de lleno a los fondos buitres que, compraron bonos con tasas de interés exuberantes, que contenían implícitamente una tasa de riesgo fijada por las más importantes calificadoras del mundo. Ante la insistencia de flexibilizar el diálogo el Presidente propuso acceder a todas las entrevistas necesarias con los acreedores que se encuentren dentro de los lineamientos que ha determinado la Argentina. El Presidente Kirchner expresó claramente que muchos de los tenedores de bonos argentinos son fondos que especularon contra el país (compraron con cotizaciones al 30% de su valor), pensando en demandar a Argentina en un juicio para obtener niveles de rentabilidad que no se conseguirían con ningún negocio en el mundo (la estrategia presume ganar el juicio y cobrar los bonos al 100% de su valor o conciliar en 60% y como mínimo duplicar la inversión). Estos fueron los puntos de vista medulares expresados en la reunión Cumbre de las Américas. Los corrillos dejaron percibir que hace mucho tiempo que no se escuchaba una voz tan contundente y enérgica de un Presidente de Argentina, que ahora espera el apoyo de la administración Bush a su planteo. Nadie ignora que los funcionarios del gabinete del Presidente Bush, creen que los organismos multilaterales de crédito no deben salir en auxilio de países cuyos gobiernos tomaron préstamos onerosos, cuando los acreedores privados asumen riesgos en forma voluntaria, asesorados por los bancos de inversión. Podemos recordar la célebre frase del ex Secretario O´Neill, cuando espetó que los carpinteros y plomeros de su país no iban a financiar los errores cometidos por inversores y gobiernos corruptos. Con respecto a la posibilidad insinuada por Horst Köhler, que una flexibilización ayudaría a mejorar la llegada de inversiones extranjeras al país, la respuesta del presidente fue mantenerse firme en la quita del setenta y cinco por ciento y ligar cualquier acuerdo futuro a las condiciones de crecimiento y evolución de la Argentina. El Presidente cree que no es serio realizar una propuesta mejorada que haga pensar a los bonistas que la Argentina se guardó algo para negociar en forma deshonesta.
El Presidente Kirchner y Köhler conversaron mucho en Monterrey y todo lo que pudiera ser motivo de duda quedó ampliamente aclarado, lo cual no significa que las presiones cedan. No obstante en otra liga, el Ministro Lavagna, el canciller Bielsa, el encargado del Fondo para el Hemisferio Occidental, Anoop Singh, y el vocero del organismo Thomas Dawson discutieron el significado de la palabra “friendly” que sugirieron los funcionarios del FMI, para tratar con los tenedores de bonos argentinos. Claramente el Presidente Kirchner y sus ministros saben que ser “friendly” (amigables) no aplica a la comunicación y las relaciones públicas en este caso, ya que hubo cinco rondas de ensayos que no conformaron a los acreedores. El presidente se empeñó en que los acreedores entiendan que deben aceptar la realidad de un país que, tomó un volumen de deuda cuantioso y debe hacer una quita para poder cumplir parcialmente con compromisos que claramente son inabordables. La cita de Monterrey sirvió también para confirmar que en febrero visitará la Argentina una nueva misión técnica del FMI para avanzar con otra revisión trimestral de las metas acordadas. Kirchner le reclamó a Köhler que se comprometa a que la próxima revisión de metas se cumpla en tiempo y forma, insinuando su molestia por las demoras en la aprobación de la primera revisión. También consiguió que el Director del FMI brindara aclaraciones sobre cuales fueron los motivos de la postergación. Estas dos últimas noticias no son poca cosa. Kirchner ocupó el primer lugar del grupo argentino sin dejar lugar a dudas quien es el jefe, impresionó transformadoramente con su percepción de cómo fueron las cosas y de que manera se arreglan. Esto tampoco tiene desperdicio, cuando recordamos el protagonismo de los ex ministros de economía argentinos. Con muy buen soporte Kirchner hizo gala de manejar cifras como índices de crecimiento, inversión y consumo de Argentina e incluso dio cifras de encuestas de opinión que fortalecen el rumbo de su gobierno en términos de expectativas de la sociedad frente a la política económica nacional. Sus exposiciones tendieron a demostrar que las teorías del rebote técnico como explicación de las mejoras del PBI no eran acertadas y en cambio estaban fogoneadas por los sectores de poder en retroceso en la Argentina. En forma consistente con sus argumentos, insistió con su teoría de la responsabilidad compartida en la crisis de 2001 entre las autoridades argentinas y las del FMI. Se puede afirmar que las conversaciones en Monterrey transcurrieron siempre de manera amable, aunque con discrepancias frente a las diferentes visiones de cómo encarar los pasos siguientes con los bonistas. Kirchner tuvo que escuchar del propio Presidente Bush el reclamo para que sintonice y fortalezca una frecuencia de discusión con los acreedores privados para que tengan la percepción que sus reclamos y posiciones son escuchadas. La cuestión entre el gobierno y los tenedores de bonos argentinos en default fue sin duda uno de los puntos más importantes de la reunión entre Bush y Kirchner. Bush dejó bien en claro que su administración no intervendrá en forma directa en la discusión entre el deudor y sus acreedores.
En conclusión, Kirchner quedó posicionado en Monterrey, como un Presidente que no es Chávez ni tampoco Lula. Su firmeza en las convicciones acerca de la política económica aplicada lo distancia de la docilidad de Lula con los organismos multilaterales de crédito, y su racionalidad lo aleja convenientemente de las posiciones extremas de Chávez. La sinceridad de sus planteos sin eufemismos y el cumplimiento de las metas acordadas con el FMI, le otorgan credibilidad y también confirman la adhesión del presidente Bush. Existen coincidencias tácitas entre ambos presidentes acerca de las responsabilidades compartidas. Esta visión lo enfrenta a Bush con Wall Steet, que le replicó hace un mes atrás, que le pida dinero a la Argentina para su campaña. Frente a las elecciones en Estados Unidos, está claro que existe la necesidad de arribar a un conveniente acuerdo, el mejor posible que pueda encarrilar a todas las partes a recobrar la normalización de las relaciones financieras internacionales.
(1)Título del libro de Joseph E. Stiglitz, editorial Taurus, Noviembre de 2003

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